“De joven era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: Dame fuerza para cambiar el mundo.
A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado la vida sin haber hecho cambiar una sola alma, trasformé mi oración y comencé a decir: “Señor, dame la gracia de trasformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho”.
Ahora que soy viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única oración ahora es la siguiente: “Señor. Dame la gracia de cambiarme a mí mismo”. Si yo hubiese orado desde el principio de ese modo, no habría malgastado mi vida…
Todo el mundo piensa en cambiar la humanidad.
Casi nadie en cambiarse a sí mismo…
Anthony de Mello en su libro “El canto del pájaro”